10 ene 2013

boys! boys! boys!






La primera es María Patiño. Sí, hubo otra antes de la que tenéis en mente, la que fuera la mejor vallista española y, desde luego, la más polémica, allá por los 80´. Aún así, es la unica foto de la atleta que he podido encontrar en la red junto al escáner cutre de un artículo de la época. Borrada del mapa. La segunda, Michelle Jenneke, vallista australiana en la actualidad. Ella... ¡inunda la red! Ambas, fantásticas atletas. Sin embargo, la memoria colectiva prefiere recordarlas por otros motivos... A Patiño le quitaron su licencia federativa para competir cuando el centro de control de feminidad informó que María no era mujer (léase Pimp "Gallardon y el control del sexo"). Michelle, por contra, lo es demasiado. Con 17 años ganó una medalla de plata en los 100 metros vallas en los Juegos Olímpicos de las Juventudes 2010. A sus 19 años presume de palmarés. Pero el you tube tenía otros planes para ella... convertirla en una de las atletas más sexys del momento.

Si miras las fotos realmente no parecen tan diferentes. De hecho, ambas podrían parecernos más bien similares: cuerpos de mujer entrenados que las hacen parecer masculinas. ¿Cómo es posible, entonces, que una se hunda en la ignominia por parecer una mujer masculina y no serlo, y la otra sea lanzada al estrellato por ser una mujer masculina extrafemenina? ¿en qué quedamos? 

Voy más allá: ¿qué diferencia hay entre Jenneke y Jenneke? ¿Nos sugiere lo mismo en una foto y en la otra?





Su cuerpo es el mismo, el short es igual de pequeño, cero makeup en ambas, misma despreocupada coleta para la carrera... pero, ¿por qué resulta tan distinta en una imagen y en otra? ¿Por qué de repente parecemos olvidar que parecía musculada como un hombre?... Dentro vídeo.  





¿De verdad tenemos tan claras las fronteras? Insistimos tozudos en que existe una división absoluta y bipartidista entre sexos. Salvo cuatro intersexuales raras que no han podido ser "corregidas" a golpe de bisturí, el mundo se divide en hombres y mujeres. Y, por supuesto, estas diferencias tienen un fundamento físico incontestable. ¡Nos aferramos a la existencia de dos sexos y sus correspondientes géneros como mi abuela se aferra a Dios! ¡Como si la peor de las profecías se cerniera sobre nosotros ante la posibilidad de imaginar un mundo sin chicos y chicas! Todos parecemos estar dispuestos a mantener esta flácida y abyecta división aún cuando este supuesto nos aniquila. Para ello, las mujeres feministas inventamos la diferencia entre sexo y género y los gays, la homosexualidad. Nos sentimos terriblemente modernos por todo ello, cuando en realidad,seguimos construyendo sobre una normalización artificial sin la que parecemos no saber vivir. ¿Tan temible y terrible es la idea de imaginar un mundo sin esas dos tristes categorías? ¿Tan terrible es mundo lleno de, simplemente, gente?

¡Menos mal que siempre podemos contar con las atletas que llegan para pulverizar marcas y prejuicios!