Las rocambolescas
historias de Erika Schinegger, Caster Semenya, Santhi Soundarajan o Maria Jose Martínez Patiño no hubiesen ocurrido si Gallardón en lugar de
dedicarse a la política se hubiese dedicado a hacer controles de sexo para el
Comité Olímpico Internacional. Tod#s ell#s son sólo algunos
ejemplos de deportistas cuyas reconocidas trayectorias se vieron saboteadas
porque no encajaban en la bipartidista asignación
social de género. Nos gusta partir el mundo en dos: hombres/mujeres,
izquierda/derecha, empresarios/trabajadores, etc.
Erika Schinegger era
una leyenda del esquí, campeona mundial en 1966. Sin embargo, hizo falta un vasto equipo de urólogos, endocrinólgos,
ginecólogos, psicólogos, psiquiatras, etc. para determinar el sexo real de la
estrella. Erika, en realidad, era Erik.
La corredora sudafricana Caster Semenya batió múltiples
récords, ganó títulos y... presentaba niveles de testosterona tres
veces superiores a lo normal. Algunos lo llaman síndrome adrenogenital,
otros hermafroditismo y los más desconfiados, simplemente, dopaje.
Santhi Soundarajan ganó
en 2006 la medalla de plata en los 800 metros de los
Juegos Asiáticos. Unos días después se la quitaron. El test de género realizado
determinó que tenía un número más elevado del permitido de cromosomas Y. Le
impidieron volver a competir. Sólo puedes ser hombre o mujer.
Maria Jose Martínez Patiño era una reconocida vallista que no superó las
pruebas del centro de control de feminidad tras descubrir un cromosoma Y en sus
células. Patiño perdió todos sus títulos, su licencia para competir y su
reconocimiento como atleta. La historia no acaba ahí. Maria,
comprensiblemente frustrada, siguió haciéndese pruebas que determinasen su
sexo. Dos años y medio después fue readmitida. La biología, en definitiva, resultó
no ser tan concluyente.
Si está más que
demostrado que tener un pene o una vagina no define la masculinidad y la
feminidad, las pruebas de ADN no son tan esclarecedoras como pretendían, de los
niveles de hormonas tampoco se obtiene una diferenciación clara y la capacidad reproductiva está cada vez más en
entredicho... ¿cuáles son los rasgos decisivos para determinar estas categorías,
a priori, indiscutibles? Y, en cualquier caso, ¿importa? Si las categorías
pretenden la competición en igualdad de condiciones, ¿por qué no hablamos de
corpulencia, altura o fuerza?