Cuando
era pequeña quería ser Perry Mason; pero he terminado siendo una "de las
de moda". El mundo se está pediendo una gran abogada -me dijo mi padre-.
Si quieres ir de artista, bien... pero ¿moda? ¿Por qué?... (cara de alucine y
menosprecio).
La
cara que puso mi padre entonces sólo era reflejo de una consideración
colectiva. La moda es algo absolutamente superfluo y banal. No requiere ningún
talento específico relevante y su contribución a la sociedad son una serie de
desórdenes alimenticios y una recua de modernas vanidosas a las que nos gusta
exhibirnos. Los de la moda nos lo tenemos muy creído para no hacer nada con
fuste... Pero nuestra gran suerte es que nuestra profesión nos pone en contacto
con otro tipo de profesionales... ¡artistas de verdad! Basta con estar con
ellos un par de minutos para darte cuenta de que están en otra liga...
Cuando
hablas con un músico pareces estar hablando con alguien tocado por la mano de
dios. Malditos y torturados por su enorme talento, ellos, ¡los músicos!, son
capaces de evocarnos más que ninguna otra disciplina. Capaces de emocionarnos,
seducirnos, conmovernos... Ellos, capaces de transformarse en estrellas
aunque estén el el más cutre de los garitos... ¿Plagiar? ¿Ellos?... hey,
que son ¡músicos! ¡Por favor! La inspiración ¡les viene de dentro!
Los músicos comparten SU mundo con nosotros poniéndole música a nuestras
miserables existencias... y deberíamos estar muy agradecidos por ello.
Con
los cineastas ocurre algo parecido. También seducidos por una pasión, pero de
otra manera. Ellos... ¡ven! Ven cosas que otros... ¡no vemos! Cualquier
momento con ellos puede convertirse en un encuadre o en una gran historia. (Con
los fotógrafos también pasa). Cuando hablas con un director, si de verdad
quiere parecer pro, tiene que mostrarse un poco descontento con su trabajo.
Para demostrar que son críticos enumeran, con cierto pesar, cosas que ahora harían
de otro modo. Tú le dices: "pero bueno... ¡hay cosas que me han
encantado!", y las enumeras con entusiasmo; pero es en vano... Lo que tú
le estás diciendo no le sirve. Recuerda que él ve cosas que nosotros... ¡no vemos!
No es engreído y autoritario, es que lo tiene muy claro.
Ni
hablamos cuando se trata de un escritor. Creo que nada le produce más placer a
un escritor que ese momento en que le acabas de conocer y le preguntas: "y
tú, ¿a qué te dedicas?". Ese momento en el que te responde
"soy
escritor", es un momento de clímax para ellos. En algunas profesiones
existe el supuesto de que si vives de ellas es que debes ser muy bueno. Ser
escritor es una de ellas. El escritor te escuchará porque tiene que hacer gala
de la especial sensibilidad y curiosidad que se les presupone, aunque lo que
les puedas contar, a priori, les importe un verdadero bledo. Los que de
verdad tienen algo que contar y saben cómo hacerlo, son ellos.
Tanta
solemnidad ante el talento os ha vuelto rígidos. Y con el tiempo terminaréis
siendo obsoletos si no le dais una oportunidad al siglo XXI.
La
desconsideración hacia nuestro sector ha sido y es la mayor de nuestras
ventajas; lo superfluo se mueve con una agilidad que nunca tendrán
aquellos que se toman muy en serio. El mejor ejemplo para entender esto es
el tan polémico debate de la propiedad intelectual. La ley, igual que
mi padre, considera la ropa, y en consecuencia la moda, como un producto
demasiado utilitario para ser protegido por la propiedad intelectual. Así
que "Los de moda"... ¡no tenemos copyright! Lo único que no
se puede copiar en moda es la marca registrada. Todo lo demás es replicable sin
incurrir por ello en nada ilegal. Mientras no copies la etiqueta, todo bien. Voy
más allá: el consumo de marcas que viven de la réplica es absolutamente
masiva y a la vista de todos. Zara no incurre en ningún delito cuando fusila el
último blazer de Stella McCartney. Y el consumidor, por supuesto, tampoco. Muy
probablemente será un hit que reproducirá una y otra vez, obteniendo además,
grandes beneficios de ello. Aún así, sigue sin ser un delito. De hecho, incluso
muchos de los que defendéis elocuentemente la protección de creadores, os lo
pasáis por el arco del triunfo cuando se trata de consumir barato...
No
pretendo defender un lugar entre lo que merece ser protegido...
¡todo
lo contrario! Precisamente porque no hay protección de la propiedad
intelectual, la moda se ve obligada a trabajar de un modo más dinámico y más
audaz. Mantener tu autenticidad es complicado sin la protección y la seguridad
del copyright. Trabajar en estas condiciones exige una constante
investigación e innovación en materiales; una constante evolución e
incorporación de mejoras y/o cambios; mantenerse constantemente actualizado
para llevar la delantera porque, en el fondo, "los de la moda",
sabemos que si lo que hemos hecho tiene algún interés, ¡vamos a ser
copiados! Crear sin las falsas seguridades de otras industrias, nos ha exigido
trabajar sobre algo más que cambios formales, rebasando una y otra vez lo
establecido. La fiebre de los logos de nuestro sector moda no es un golpe de
megalomanía y narcisismo, sólo una de las múltiples estrategias seguidas
en un intento de protegerse. Como decía, lo único que puede ser protegido en
moda es ¡la marca!
Los
defensores de las teoría estándar sobre los derechos de propiedad
intelectual, sostienen que la protección de estos derechos es fundamental
e incuestionablemente necesaria para fomentar el crecimiento de las distintas
industrias. Sin embargo, la realidad económica de nuestro sector
contradice este argumento: ¡la moda es una de las industrias más rentables! Es,
sin lugar a dudas, mucho más rentable que aquellas que se aferran a la
protección y a la seguridad de lo conocido. Lo mismo ocurre con otras
industrias que o no tienen o no quieren copyright: tatuadores, maquilladores,
peluqueros, cocineros e industria alimentaria en general, etc... Por
sorprendente que pueda parecernos, las ventas brutas de aquellas industrias con
menos protección de los derechos de autor son mucho mayores que las de las
industrias serias.
No
pretendo santificar mi sector: ¡es un sistema absolutamente imperfecto!; pero,
tal vez, lejos de análisis simplistas, podríamos extraer algunas
propuestas interesantes y revolucionarias. Una vez más, el debate está en lo
transversal, lejos de las cortinas de humo...
La
vanidad no está en un bolso de mano, está en el copyright.